viernes, 2 de mayo de 2008

LA PAZ A COSTA DEL AMOR, una reflexión a raíz de la película "Luz Silenciosa"

Hace unas semanas fui con unos amigos a mirar la película "Luz Silenciosa". Esta película ha sido premiada en varios festivales siéndo su máximo premio el Oscar a la mejor película extranjera del 2007. Luz silenciosa es una película que aborda los conflictos, tantos internos como externos de Johan, un creyente menonita casado con Esther y padre de una familia de seis niños. Johan y su familia viven en el norte de México y contra la ley de Dios y del hombre, Johan se ha enamorado de otra mujer de nombre Marianne con quien sostiene una relación amorosa desde dos años y quien, además, parece ser la mujer de su vida. Todo se desarrolla dentro de una comunidad menonita, caracterizada por ser ultra conservadora en sus valores, su vida social y sus formas de relacionarse los unos con los otros. Johan es llanamente un hombre con el corazón dividido, que ama a su esposa y a sus hijos con la misma intensidad con la que siente amar a Marianne. El conflicto, dramatizado en la vida familiar de Johan, plantea una pregunta interesante que intenta ser respondida por Carlos Reygadas, director de la película: ¿Cómo resolver aquellos conflictos que amenazan la estabilidad de una comunidad creyente, tradicional y conservadora o que se guía por el sentido común? Esta pregunta, creo yo, nos remite al tema del conflicto entre el destino y la responsabilidad personal o comunitaria.

De una forma que la película no explica, Marianne irrumpe en la vida de Johan. Su presencia y su relación con Johan es desestabilizadora, no sólo para él sino también para toda la familia, incluso para su familia extendida. El conflicto toma cuerpo y se apodera del protagonista cuando descubre que el amor que siente por ella es tan, o más intenso, que el amor por su legítima esposa. En medio de ese conflicto, o como producto de él surge una pregunta atrevida: ¿puede ser el amor una creación del maligno? Johan estaba conmovido de sus propios sentimientos: se sentía vivo, renacido, con una creatividad inmensa. Su amor lo llevó a desafiar los cimientos de sus creencias religiosas. Aun cuando quería seguir conservando sus tradiciones, no quería al mismo tiempo, dejar de amar a la mujer que no era su esposa. Esto lo metió en un conflicto personal intenso y éste lo llevó a buscar respuestas que fueran más allá de las explicaciones tradicionales: el destino o la voluntad de Dios o aquellas que se fundamentan en la “teología natural”.

No es fácil para nadie tomar una decisión en una situación crítica y mucho menos cuando la búsqueda por nuevas respuestas -a viejas preguntas- no ha sido fructífera. El padre de Johan, que había vivido una situación parecida cuando él estaba pequeño, resolvió su conflicto de la manera tradicional, culpando al maligno. Y, claro, si el maligno es el origen o causa de ese sentimiento el amor se convierte en aventura y la mujer en amante. Y, que tal, si el amor por Esther se hubiera gastado ¿es legítimo amar a otra persona que no sea su esposa? ¿Cuánta rutina es suficiente para caer en la cuenta que se acabó el amor? En el fondo de este drama se esconde una pregunta cuestionadora capaz de amenazar la estabilidad de una comunidad creyente, tradicional, conservadora que se ha mantenido lejos de la “contaminación” moderna. Johan no estaba dispuesto a renunciar a su nuevo amor sin respuestas claras; no estaba dispuesto a renunciar a su tradición creyente pero tampoco a aceptarla sin cuestionamientos. No era falta de capacidad para tomar una decisión, todo lo contrario, era la tranquilidad por una decisión bien tomada.

Marianne por su parte, agobiada por sus sentimientos de culpa hace una reflexión diferente y toma una decisión en otra dirección: ponerle fin a su amor. Ella no soporta la idea de trastocar los principios fundantes de la comunidad menonita, no se atreve a canjear amor por paz aun que eso signifique morirse de amor. Su determinación lo expresa en la sentencia que es el clímax de la película: "La paz es más fuerte que el amor". Los intereses de la comunidad están por encima de los intereses personales. Las tradiciones no se cambian, las creencias no se venden, es decir, ninguna razón es suficiente para trastocar la paz de la familia, de la comunidad, de la tradición ni siquiera la razón del amor.

Con la renuncia de Marianne al amor por Johan la familia de éste vuelve a su alegría original, todos menos Johan que llora desconsoladamente porque tal vez no consiguió lo que buscaba: resolver el conflicto de una manera reconciliada. Su búsqueda le demandó mucho tiempo, tanto tiempo que la decisión tomada por ella dejó que las cosas siguieran intactas, como si no hubiera pasado nada, garantizando de esta manera la paz de la comunidad a costa del amor.

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